Month: April 2013

Semana Santa en plaza de Cocorit

Semana Santa Cocoreña (II)

Decidí recorrer el moderno paseo Tichi Muñoz para admirar las escasas construcciones originales con valor arquitectónico para apuntarlas como patrimonio cultural, pasando por la Peña Cultural,  la Quinta Rosalía, la “fachada falsa” de la Komunila y la moderna residencia edificada sobre viejo cementerio y sus siete esqueletos sepultados, sin saber si fueron prehispánicos, chinos, del porfiriato, yaquis o modernos,  surgiendo otra  leyenda urbana más de cantaros llenos de monedas de oro,

Llegué a la moderna plaza Ignacio Zaragoza de inconclusa remodelación con banquetas y andadores de concreto, sin bancas, pobre jardinería y su kiosco adornado con telas en azul y blanco emulando a la bandera de la nación Yaqui.  ¿Quién taló la inmensa  ceiba contigua al kiosco? Pregunto, al notar el figurativismo de su alto relieve tallado en su inmenso tronco con la frase: “Espíritu Santo”, compuesto por la imagen de una paloma con alas extendidas en la parte superior y un desfigurado Cristo crucificado en la inferior: ¡Qué fealdad! Por su desproporción de la figura humana tallada sobre madera por alguien sin estudios en escultura.

En el escenario, se presentaron la cantante Carla Pereira, cantando melodías mexicanas; la  “Danza del Vientre” árabe por bailarinas góticas y el grupo Khennany con su repertorio de canciones argentinas y latinoamericanas ante un público de unas 500 a 600 personas. ¡Más de lo mismo del año pasado!

Caminé por los puestos de vendimia por la asociación civil “Cócorit Tradición y Cultura” bajo delgadas ramadas tradicionales de mezquite y carrizo, ofreciendo comida regional callejera y nada típica de Cócorit.

Saludé a los integrantes del grupo La Bachia mientras vendían su bisutería urbana y escuchaban rock metal pesado; fui a la cancha deportiva para ver el improvisado espacio para telescopios limitado por muro de tela negra; a unos niños haciendo deportes y varios autos estacionados sobre ella.

Salí por el feo arco semi neocolonial  de su entrada, para mirar  la pintura rotulista sobre pared con iconografía de un danzante venado yaqui negruzco y fisionomía más de bailarín folclórico Amalia Hernández que tradicional étnico de los Ocho Pueblos, realizado por Ricardo Escalante, faltándole valor artístico y estético porque su autor no es muralista académico.

Con la interrogante: ¿Quién asesora en estética urbana al alcalde Rogelio Díaz Brown?,  fui al puesto de doña Oralia Barragán viuda de Ochoa para saludarla y saborear una sabrosas tortilla de harina sobaquera. Para luego caminar por los primeros doscientos metros de la ex la Alameda admirando su arquitectura pobre de adobe, que contrasta con las casonas remodeladas frente a la plaza.

Como la de arcos  y pretil de ladrillo aparente al estilo neocolonial sureño; las dos casonas del Centro Educativo La Salle; el jardín y atrio de la parroquia de Nuestra Madre de Guadalupe y la Casa Parroquial, cerrada antes de Misa con la imposibilidad para admirar el arte sacro de su altar; el local cerrado con magnífico pintura del  grupo Génesis y su colección de máscaras chapayecas yaquis. Tal vez, se debió a que las autoridades yaquis prohibieron su reproducción por ser sagradas para ellos y no motivos artesanales turísticos.

No cabe duda que el negocio fue para la empresa YaquiTours y el trenecito con su recorrido de unos 20 minutos por 15 pesos, a través de los pocos lugares con interés turístico, partiendo de su base en el atrio de la parroquia.

Como no traía mucho humor para el folclorismo cajemense ni  para estas escasas expresiones culturales, aproveché la noche de luna llena para cenar un sabroso burrito de carne machaca con tortilla sobaquera en el comercio “Burros In Maaía”, contiguo a la comisaría y atendido por la cordial estudiante la sallista de Estación Corral, Laura Elena Ochoa Barragán, continuando con la tradición de su estimada madre doña Oralia.

Mientras lo saboreaba, le pregunté: ¿Cuál es el origen de las tortillas sobaqueras, porque tu mamá fue la pionera de ellas?

Dejó la cocina para responder: –Mi mamá trajo a Cócorit la tortilla de harina sobaquera original del pueblo de Magdalena de Kino, cuando  comenzó a tortear y venderlas en este lugar a principios de los años ´90… No son  yaquis, porque sus tortillas son más pequeñas… En Sonora hay dos recetas: La tortilla de agua de Hermosillo y las hechas con un poco de manteca como la de Magdalena de Kino–.

Lamento narrar que en una hora se puede recorrer este poblado porfirista, se amplía media hora más al visitar las salas museográficas durante cualquier tarde sabatina o dominguera, porque tiene poco que ofrecer al turismo regional, por eso, creo, fue rechazada su candidatura a ser Pueblo Mágico de México por la Secretaria de Turismo federal.

En este festejo anunciado pomposamente como algo espectacular, no se exhibió la cultura tradicional de Cócorit, si la hay, sino la mestiza de Cajeme, no se bailó la danza del venado ni se vio la guía turística alusiva a ella, editada con cinco mil ejemplares por la empresa Protur de la escritora Mara Romero.

La magia antigua del Nuevo Pueblo de Cócorit es intangible, está sólo en las mentes de los neo cocoreños establecidos, se perdió por la modernidad de  su arquitectura,  de los espacios urbanos adornados con ceibas sin podas artísticas, la pintura sobre la pared y la talla de madera, no tienen valor estético ni artístico para la crítica de arte.

De la cultura yaqui, comentaron algunos adultos mayores de El Conti, que la autoridad yaqui recae en el Pueblo Mayor y sólo las celebraciones de la Cuaresma, el Día de San Juan y el de la Virgen de Guadalupe son las autorizadas para llevarse a cabo  por las autoridades tradicionales de la Loma de Guamúchil.

La fisionomía urbana, la arquitectura de adobe y la cultura mestiza son el legado de la guerra de exterminio contra la tribu Yaqui durante el porfiriato a partir de 1890, a la par, con la de las migraciones de mexicanos del sur y sonorenses de los poblados coloniales de la sierra que inmigraron durante el Valle Nuevo de   Carlos Conant Maldonado, el “Yaqui River Valley” de los hermanos Richardson y el ejido Cócorit.

Las familias ricas lo abandonaron en 1930 para asentarse en la incipiente Ciudad Obregón. El origen antropomorfo y cultural de Cócorit es más mestizo mexicano que autóctono yaqui.

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Sábado de Gloria en la Plaza Ignacio Zaragoza de Cócorit.

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“Burros In Maaía”, de Laura Elena Ochoa Barragán.

Fotografía  del arquitecto Francisco Sánchez López. ¡No me las roben!

Copyright: Material protegido por derechos de autor del titular Arq. Francisco Sánchez López.   Registro SEP/CP-509989/78/Son.  Se prohíbe la reproducción total o parcial de este artículo y fotos con fines de lucro, se requiere la autorización escrita por el autor. ¡Di No a la Piratería!

Arquitecto, fotógrafo, artista del arte del realismo mágico, ecologista protector de ballenas en el mar de Cortés, escritor, periodista cultural en crónicas y críticas de arte para el suplemento Quehacer Cultural del periódico El Diario del Yaqui de Ciudad Obregón, Sonora, México.

Copyright: Material protected by copyright SEP/CP-509989/78/Son of his holder arch. Francisco Sánchez López. Reproduction s in whole or part of this article and photos for profit requires written permission by the author. Say No to Piracy!

Architect, photographer, artist of magical realism art, ecologist in  the Sea of Corte´s whales protection, cultural journalist in art chronicles and  critic s for the supplement  Cultural Affairs of El Diario del Yaqui newspaper of Ciudad Obregon, Sonora, Mexico.

Facebook: Francisco Sanchez, Twitter/archfcosanchez

Blogs:, www.artecajemeart.blogster.com, www.arkisanchez.blogdiario.com, http://www.arkisanchez.wordpress.com

Semana Santa en Cócorit, Sonora

¡Qué esplendoroso sol rojo-anaranjado! Nos obsequió el Cosmos durante el atardecer  del “Equinoccio de Cajeme” observado desde  la avenida Miguel Alemán, orgullo de la prosperidad triguera de antaño, hoy contaminada por desordenadas “fachadas publicidad”  de cervecerías y marcas de franquicias trasnacionales.

Equinoccio que motivó el espíritu para apreciar las manifestaciones culturales en el barrio de El Conti y en la plaza Ignacio Zaragoza de Cócorit: ¡Pueblo mágico rechazado! Durante la primavera de breas y palos fierros en flores amarillo–verdoso embelleciendo el entorno sucio por basura.

Este año, la Cuaresma se inició con la magnífica exposición “Semana Santa Yaqui y Cora”, exhibiendo su simbológica parafernalia y máscaras coras coleccionadas por el profesor Leonardo Valdez, director del Museo de Etchojoa, montadas en el Centro de Culturas Populares e Indígenas dirigido por Trinidad Ruiz.

“Cien demonios semi desnudos que mueren en el río”, fue la más impresionante durante el recorrido brindado por Salustiano Saúl Matus.

Continuó con la dualidad festiva del Sábado de Gloria en el  barrio de El Conti, narrado el domingo anterior y la pequeña verbena pueblerina “Vive Cócorit Semana Santa 2013: El Retorno a Nuestro Origen”. A los cuales acudí para salvar  los vestigios de la cultura yaqui ante la consigna: “Hay que rescatarla por estar perdiendo su identidad” étnica cultural, anunaciada por la autoridad municipal cajemense.

Consternado llegué a dicha comisaría porque en el pasado “Día Mundial de la Lengua Materna”, realizado en el pueblo de Tórim, el profesor Teodoro Buitimea, comentó:–En Cócorit, de las cinco personas que hablan la lengua materna yaqui, sólo quedan cuatro… El 35 por ciento de la población en la Loma de Guamúchil y en las Guásimas no la hablan debido a la fuerte influencia de la cultura mestiza dominante de Ciudad Obregón y de Guaymas–.

Al preguntarles a las estudiantes de la Tele Secundaria local si hablaban en su lengua al usar teléfonos celulares, contestaron: –¡Sí! Pero  no enviamos  mensajes MSN por no saber escribirla–.

El recorrido turístico se inició en el Museo de los Yaquis con su folleto ilustrativo en mano, sorprendiéndome al distinguir que la  máscara que ilustra su portada, ¡Es chapayeca mayo y no yaqui!: Imperdonable error, por la falta de noción de quienes administran esta institución museográfica.

En su sala de exhibiciones, recorrí la exposición “Waejma: Espiritualidad Religiosa”, compuesta por bella miscelanea sagrada chapayeca y una maqueta del Fuerte del Bacatete”, construido durante la guerra de exterminio contra la tribu Yaqui. Arquitectura militar del porfiriato que no emanó ninguna “espiritualidad”, sino más bien consternación  ante tal genocidio.

En el portal posterior, una atractiva edecán del ITESCA y oriunda del Paredón Colorado mostraba para su venta calendarios, tarjetas postales y litografías del maestro Héctor Martínez Arteche, (+) mientras que en el patio, un trió de mujeres yaquis tiraban tortillas de harina al comal sobre  hornilla de barro, junto a un taller infantil de manualidades; la curandera Alejandra Espinosa de Vícam Pueblo hacia curaciones; el escultor Arturo Hernández vendía piezas de cerámica y cruces decoradas.

Dos edecanes mostraban blusas bordadas por Cristina Valenzuela y huevos de avestruz pintados con flores, indicando ser artesanía “típica” de Cócorit, adquiridos en un cercano criadero de estas veloces aves africanas, importadas a nuestro Hábitat para consumo humano, hará un par de décadas. Es una falacia porque los primeros huevos decorados aparecieron hará unos años y hoy se difunde como tradicional de Cócorit entre los 2800 visitantes.

Al caminar por la calle Álvaro Obregón, de soslayo miré la casa del maestro Arteche para ver si percibía algo paranormal que hay por doquier; observé a  la cantante Lorena García Lara sirviendo mesas en el restaurante familiar; se notó que el antiguo cine fue derrumbado para construir una “fachada falsa”  estilo minimalista neo colonial de feo color gris y  ventanas enrejadas, donde miré a una inmensa ceiba sin talar. Sin embargo, los dos frondosos árboles yucatecos que armonizaban el paisaje frente al vetusto edificio fueron talados, creando  un ambiente sin sombras.

¡Lástima! Porque continua la tradición  destructiva del el patrimonio arquitectónico y ecológico a falta de un reglamento o ley estatal que lo impida.

Continué turisteando para ver si aún seguía en pie la Escuela Primaria Cámara Junior de los ´60, porque hace dos años el Centro Cultural Cócorit pretendía derrumbarla para levantar una concha acústica en la plaza Ignacio Zaragoza: Proyecto  refutado por el pueblo  demandando su conservación.

Llegué a la Casona del pintor Héctor Durón Morales (+) para iniciar el recorrido por la Ruta del Arte con la exposición “Del Sahuaro a la Casona”, de Ana Bertha Walldez: ¿Y qué creen? Se inauguró una noche para después tener el recinto cerrado el resto de los días festivos.

Tal parece ser que la mujer fantasma fue la única que la gozó, causando risotadas más que malestar por esta cocoriteada. ¡Ja, Ja, Ja!

Sorprendió su  designación: “Edificio con Calidad Monumental”, por la representante del Instituto Sonorense de Cultura sin tener la autoridad legal. Crucé la calle para exclamar: ¡Es increíble!, no hay una placa conmemorativa en la ex casa de Carlos Conant Maldonado, hoy una farmacia de lamentable fachada.

Qué bello color buganvilia adorna el centro cultural Casa de Adobe del doctor Manuel Machado y su cordial esposa, donde se exhibieron esculturas de Arturo Hernández, pinturas por Francisco Javier Gómez Hernández y la exposición “Templanza” de Mariana Soto: Lo mejor, fueron el óleo “Mi Tierra” del primero; “Florero” y la mujer apache, por ella. A ambos les falta dibujo académico.

Ya en la noche disfruté sabrosa agua de Jamaica en el Café y Arte “Tutili Sewa”, diseñado por el arquitecto Pablo Machado, mientras miraba en su Cine Muro el documental “Bacatete”, relatado por yaquis e historiadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia, mostrando la sagrada Juya ania y al pueblo de Pitahaya, pero con imprecisiones en los límites prehispánicos de su territorio, comprendido desde Guaymas hasta cerca de Tastiota: ¡Falso!, por haber sido éste propiedad de los seris jumpaguaimac, extintos después de la fundación de la misión de San José en 1702. Continuará,,

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Casa de Carlos Conant Maldonado la primera edificación de Cócorit.

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“Fachada falsa” para pastelear la fisionomía urbana de Cócorit.

Fotografía  del arquitecto Francisco Sánchez López. ¡No me las roben!

Copyright: Material protegido por derechos de autor del titular Arq. Francisco Sánchez López.   Registro SEP/CP-509989/78/Son.  Se prohíbe la reproducción total o parcial de este artículo y fotos con fines de lucro, se requiere la autorización escrita por el autor. ¡Di No a la Piratería!

Arquitecto, fotógrafo, artista del arte del realismo mágico, ecologista protector de ballenas en el mar de Cortés, escritor, periodista cultural en crónicas y críticas de arte para el suplemento Quehacer Cultural del periódico El Diario del Yaqui de Ciudad Obregón, Sonora, México.

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Sábado de Gloria en Cócorit, Sonora.

El día del “Equinoccio de Cajeme” pensé en escalar hasta la cima del cerro Otancahui que he observado hacia el norte de Estación Corral desde el vetusto chiname del pintor costumbrista Juan Buitimea, con la idea de cargar la prolongada existencia con energía del Sol y de la Luna llena acorde a la fantástica tendencia New Age (Nueva Era) de los ´90.

Ante tan dramática imposibilidad y el llamado de “Rescatar” la cultura yaqui ante su inminente extinción por el gobierno municipal de Cajeme y empresarios de la cultura, esperé el arribo del Sábado de Gloria para turistear en el barrio de El Conti del Pueblo Nuevo de Cócorit, para presenciar danzas, música, quema de máscaras y un ambiente de kermes regional, para concluir las ceremonias tradicionales yaquis en este lugar habitado más por mestizos mexicanos que por nativos étnicos.

Ya en Cócorit opté por documentar las tradiciones de la Semana Santa antes de su irreparable pérdida, crucé el canal Porfirio Díaz  por un puente peatonal y media hora antes del cenit, ya  estaba parado frente a la ramada de las autoridades Chapayecas de la Loma de Guamúchil, asiento del tradicional pueblo de Cócorit, solicitándoles permiso  para observar el ceremonial judeo-cristiano de la Pasión de Cristo, enseñado a ellos por los jesuitas en la misión del Espíritu Santo de Cocoim en 1626.

Al escuchar la palabra “Ehui”, atravesé el atrio de la iglesia del Espíritu Santo rumbo a dos yucatecos y a una ramada moderna donde se resguardan a los fariseos o chapayecas situada  frente a una cruz con espadas clavadas en el suelo y un tronco quemado.

Pasé por otro árbol en cuya sombra pastaban un caballo y un burro. Me dio risa al recordar que hace siete años otro burro me mordiscó el hombro izquierdo mientras pensaba que ere un toque del monje Dalay. Proseguí el recorre frente a las cocinas comunales con señoras haciendo tortillas de harina chicas y haciéndoseme agua la boca al ver las ollas con sabroso guacabaqui.

A una señal dada por el capitán de los Caballeros de negro a los cabos y a medio centenar de chapyecas ataviados con máscaras de cuero de chivo e indumentaria propia con espadas y cuchillos de madera multicolores, iniciaron la procesión al compas de su inconfundible marcha y rítmico golpeteo de los instrumentos arriba indicados, dirigiéndose a la cruz atrial para rodearla en circulo y proseguir al templo, entrar en el y pararse frente al altar tapado con una larga sábana blanca representando el Cielo.

No cabe duda que las entidades divinas de la Juya ania jugaron conmigo porque durante la Misa-Sewa, me situé, sin saberlo, justamente en una línea recta imaginaria que divide al recinto religioso con la pierna izquierda en el Infierno y la derecha en el Cielo, causándome una revuelta interior por mis creencias en la Filosofía Universal, la madre de todas las religiones del mundo.

Aguantando como guerrero coyote los empujes de obesas personas en un vaivén entre el Bien y el Mal, durante la representación de la lucha entre tres pajkolas y un danzante venado defendiendo el Cielo e impidiendo a los caballeros y chapayecas, como emisarios del Infierno, su ingreso al mismo, para luego salir al exterior y repetir el ritual de quitarse las mascaras para amontonarlas junto a la cruz y ser cubiertos con pañoletas para no recibir golpes de aire por los cuarenta días de uso por sus madrinas y padrinos de manda.

Ya sin ellas, se llevó a cabo la tercera lucha para concluir la Misa Sewa o la Gloria, cantada con sonetos en yuto azteca y latín por las cantoras mientras que otras señoras arrojaban montones de hojas de álamo a los participantes, exclamando “Gloria” y concluir la Semana Santa Yaqui.

Después de un largo receso se procedió con la quema de las mascaras causando algarabía entre las tres a cuatro mil visitantes, la mayoría residentes mestizos de los barrios  cocoreños  que regresaron a su natal terruño, un reducido grupo de turistas y muy pocos yaquis.

Con el inconfundible sonido de las maracas y zapateo con huaraches de tres cruces los matachines bailaban su danza frente al altar con un Cristo crucificado inclinado y rodeado por imágenes de Santos y la Virgen de la Dolorosa que derramó lágrimas la noche del pasado primero de julio, al ganar el PRI las elecciones municipales.

Afuera, la sombra del frondoso árbol yucateco fue el escenario para la Danza del Venado y de la Pajkola al ritmo de arpa, violín, tambor y flauta, pero el danzante vendado estático quedó porque sus músicos de raspadores y del bule flotando en agua nunca aparecieron. Abandoné el sitio porque un señor de apariencia yaqui, comentó: “No son de la tribu, sino de Esperanza”.

Así que opté por concluir la visita a las tradiciones de El Conti que espero no desaparezcan y sean los mismos yaquis quienes las conserven por su derecho natural al legado de sus antepasados y no  los yoris de Ciudad Obregón o los neo cocoreños ricos ahí asentados sean los salvaguardas de las costumbres   yaquis que nadie en los Ocho Pueblos ribereños les pidió.

Porque la cultura yaqui está viva, es tangible, no está amenazada con la extinción y  las autoridades Tradicionales no han endosado su cultura al gobierno municipal de Cajeme ni a ninguna asociación civil culturera de las que abundan en  esta comisaría.

¡“Rescatarla”! ¿De qué?, se pregunta a todos ellos porque no es propiedad de Cajeme ni del Cócorit mestizo.

Más bien es usada como producto turístico para comercializar con ella sin beneficio económico para los yaquis. No conforme con lo anterior, quieren que la UNESCO de Nueva York la declare “Patrimonio de la Humanidad” para atraer turismo cultural a los negocios inmobiliarios sin consultar a las autoridades yaquis si lo desean o  lo rechazan acorde a sus usos y costumbres que aún prevalecen entre ellos.

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Fachada de la Iglesia del Espíritu Santo del barrio de El Conti en la comisaría de Cócorit.

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Reproducción de un chapayeca en la exposición Semana Santa yaqui del año 2012.

Fotografía  del arquitecto Francisco Sánchez López. ¡No me las roben!

Copyright: Material protegido por derechos de autor del titular Arq. Francisco Sánchez López.   Registro SEP/CP-509989/78/Son.  Se prohíbe la reproducción total o parcial de este artículo y fotos con fines de lucro, se requiere la autorización escrita por el autor. ¡Di No a la Piratería!

Arquitecto, fotógrafo, artista del arte del realismo mágico, ecologista protector de ballenas en el mar de Cortés, escritor, periodista cultural en crónicas y críticas de arte para el suplemento Quehacer Cultural del periódico El Diario del Yaqui de Ciudad Obregón, Sonora, México.

Copyright: Material protected by copyright SEP/CP-509989/78/Son of his holder arch. Francisco Sánchez López. Reproduction s in whole or part of this article and photos for profit requires written permission by the author. Say No to Piracy!

Architect, photographer, artist of magical realism art, ecologist in  the Sea of Corte´s whales protection, cultural journalist in art chronicles and  critic s for the supplement  Cultural Affairs of El Diario del Yaqui newspaper of Ciudad Obregon, Sonora, Mexico.

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